Los cultivos de la familia de las asteráceas o compuestas presentan una alta sensibilidad a numerosas plagas y enfermedades. Te contamos cómo protegerlos.
Tras haber profundizado, en anteriores publicaciones de este blog, en otras familias de cultivos, con una alta representatividad en nuestro sector agrícola, como las crucíferas, las leguminosas o las solanáceas, por citas solo algunos ejemplos, hoy queremos dedicar el espacio que merecen a la que es, sin duda, una de las familias vegetales de angiospermas, o plantas con flores, más numerosa y diversa, como son las asteráceas o compuestas.
Esta elevadísima presencia en nuestro planeta se justifica por la capacidad de adaptación de las especies asteráceas o compuestas a prácticamente todo tipo de hábitats y ecosistemas, así como a condiciones meteorológicas muy dispares.
No obstante, a pesar de que esta familia está formada por alrededor de 20.000 especies, resulta especialmente llamativo que solo una pequeñísima proporción de ellas, alrededor de 40, se utiliza con fines agrícolas, destacando en este sentido los cultivos de lechuga, escarola, endivia, girasol o alcachofa.
Asimismo, si bien se caracterizan por la presencia de una inflorescencia compuesta, que explica una de sus denominaciones científicas y la derivación de su otra definición del término griego ‘aster’ (estrella), el uso gastronómico de esta familia de cultivos se suele concentrar, casi exclusivamente, en el consumo de sus hojas o sus semillas, como ocurre en el caso del girasol.
En cuanto a las necesidades de sanidad vegetal de los cultivos de asteráceas, su propia fisonomía, favorece la atracción de pulgones, así como de la mosca blanca, el gusano gris o el minador.
Asimismo, si se encuentra en entornos con altos niveles de humedad ambiental, o se realiza un riego excesivo de los cultivos, generando encharcamiento, se incrementará el riesgo de proliferación enfermedades provocadas por hongos, ácaros y bacterias, entre los que destacan la antracnosis, el oídio o el mildiu.
Para reducir este peligro, además del empleo de soluciones fitosanitarias preventivas y curativas, se recomienda la asociación de los cultivos de asteráceas con la plantación de liliáceas, especialmente cebolla y ajo, o solanáceas, como el tomate.