Dentro de la familia de las juglandáceas destaca un cultivo con una gran proyección económica, como es el nogal. Conoce más de cerca sus características.
Entre las diferentes especies vegetales que suelen conformar la extraordinaria diversidad de nuestro sector agrícola, podemos encontrar familias de cultivos que tradicionalmente se han asociado erróneamente, y casi de forma exclusiva, a su presencia silvestre, si bien se encuentran actualmente entre las alternativas agrícolas con una mayor proyección en términos económicos, como ocurre con las juglandáceas.
Es muy posible que si hablamos de la familia de las juglandáceas te surjan dudas sobre a qué variedad de cultivo nos estamos refiriendo, pero estamos seguros de que te resultará más fácil si te aclaramos que la especie más representativa a nivel agrícola de esta familia vegetal es el nogal, del que se obtiene un auténtico tesoro a nivel nutricional como es la nuez.
El cultivo del nogal se caracteriza por su mejor adaptación a localizaciones geográficas con unas condiciones climáticas templadas, ya que presenta una elevada sensibilidad a la posible ocurrencia de heladas durante su periodo de crecimiento y floración.
Del mismo modo, en aquellos entornos con temperaturas excesivamente elevadas, acompañadas de una humedad ambiental reducida, el nogal puede experimentar daños que desembocarán en una formación deficiente de sus frutos.
Asimismo, si bien se trata de una especie asociada popularmente a un marcado carácter silvestre, y que ofrece una alta capacidad de adaptación a diferentes tipos de suelo, el nogal presenta una necesidad considerable de recursos hídricos, por lo que se hace indispensable su plantación y desarrollo en tierras de regadío.
En cuanto a sus necesidades de protección en términos de sanidad vegetal, las juglandáceas, y en concreto los nogales, requieren de un seguimiento exhaustivo y frecuente para detectar la posible presencia de plagas como el gusano de la nuez o carpocapsa y el taladro amarillo o barrenador de la madera, dados los daños que pueden provocar tanto en el propio árbol como en sus frutos.
Asimismo, también será preciso concentrar la máxima atención en la aparición de enfermedades de carácter fúngico, asociadas a la presencia de hongos, como es el caso de la antracnosis, la tinta del nogal o mal negro y la podredumbre o mal blanco de las raíces, así como a la bacteriosis o mal seco del nogal.
Dada la amplia variedad de amenazas que pueden afectar a este cultivo, ante la detección de cualquier anomalía será indispensable que te pongas en contacto, lo antes posible, con un experto cualificado en sanidad vegetal, con el fin de que pueda evaluar el problema y poner en marcha el tratamiento más adecuado para limitar el volumen de daños provocados en tu cultivo.