Los cultivos de la familia de las moráceas, como la higuera o el moral, requieren de supervisión y cuidados, a pesar de su aparente fortaleza y adaptabilidad.

Hace ya algunas semanas tomamos la decisión de aprovechar el espacio de difusión que nos concede este blog para tratar de arrojar luz sobre las diferentes familias de cultivos que están presentes en nuestro extraordinariamente diverso sector agrícola, con el fin de profundizar en las características diferenciales de cada una de ellas y, a su vez, establecer cuáles son las necesidades de sanidad vegetal a las que tienen que hacer frente durante su desarrollo y crecimiento.

Así, una vez que ya hemos concentrado nuestra atención a aquellas familias con una mayor representatividad en nuestra agricultura, como son las rosáceas, las rutáceas, las gramíneas, las leguminosas, las oleáceas o las vitáceas, por citar solo algunos ejemplos, hoy queremos detenernos en una familia que, a pesar de estar asociada a su presencia originariamente silvestre, también ofrece un considerable valor a los agricultores que se decantan por su plantación y cuidado, como son las moráceas.

La familia de las moráceas, entre las que destacan a nivel agrícola cultivos como la higuera, los morales o las zarzas, se caracteriza por el desarrollo de sus diferentes especies en árboles o arbustos, que pueden alcanzar un desarrollo óptimo en entornos con una considerable amplitud térmica y una humedad ambiental relativamente baja.

En el caso de las higueras, una de sus características más apreciadas es la presencia de higueras reflorecientes o bíferas, de las que además de los higos se obtiene la breva, a partir de aquellos frutos que no alcanzan su estado de madurez en otoño e hibernan hasta la llegada de la siguiente primavera.

Si bien suelen estar asociados principalmente a entornos con un clima tropical, los diferentes cultivos de moráceas destacan por su capacidad de adaptación y proliferación, hasta el punto de que se les suele considerar como especies que, una vez consiguen arraigar en el terreno, no precisan de excesivos cuidados para su mantenimiento.

No obstante, a pesar de resistencia a la falta de agua y su adaptación a una amplia diversidad de suelos, siempre que sean ricos en calcio, sí que cuentan con una considerable sensibilidad a la aparición y proliferación de plagas como la cochinilla o caparreta, la mosca del higo o el barrenillo de la higuera.

Del mismo modo, en aquellos entornos con un nivel de humedad excesivo habrá que prestar una especial atención a la prevención y actuación para contrarrestar los efectos de enfermedades como la podredumbre radicular, provocada especialmente por los hongos Armillaria y Rosellinia, o la virosis.

En caso de que se observe la presencia de alguna de estas amenazas, no dudes en contactar lo antes posible con tu experto en sanidad vegetal homologado de confianza, para que realice un diagnóstico sobre el terreno y establezca el mejor tratamiento en cada caso, ya que una elección inadecuada podría generar secuelas no deseadas en el crecimiento y desarrollo posterior de la planta.

 

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