Conoce las características más representativas de los cultivos de crucíferas, así como aquellos aspectos a considerar para favorecer su sanidad vegetal.
Como muy probablemente sabrás, si sueles estar al día de los contenidos que publicamos en este blog, hace unos días decidimos iniciar un repaso de las características más representativas de las diferentes familias de cultivos habituales en nuestra agricultura, comenzando por las cucurbitáceas.
Hoy queremos continuar con este análisis, concentrando nuestra atención en otra familia con un arraigo bastante considerable en nuestro territorio, sobre todo en la zona norte de nuestro país, como son las crucíferas.
Dentro de la familia de las crucíferas se encuentran cultivos que, a diferencia de las cucurbitáceas, se resienten en condiciones de calor elevado, y ofrecen un mejor rendimiento y resistencia al frío, como es el caso de la col, el rábano, el nabo, la berza, la coliflor o el brócoli.
Estos cultivos se asocian, por tanto, a las cosechas de la temporada invernal, si bien actualmente se cuenta con variedades que responden de un modo muy positivo en cualquier estación del año.
Además, son cultivos que requieren de un suelo que les permita realizar una elevada absorción de nutrientes, y que muestran un rendimiento más positivo si este es rico en Calcio, lo que implica que ofrezcan una asociación muy positiva si se combina su cultivo con el de leguminosas.
A pesar de que no se trata de su parte comestible por excelencia, estos cultivos se caracterizan por presentar unas hojas frondosas, de considerable tamaño, lo que puede atraer la atención de pequeños insectos, lepidópteros y coleópteros, como la pulguilla de la col.
Por este motivo, se suele recomendar la realización de un control exhaustivo de este tipo de amenazas, o incluso la retirada de aquellas hojas de mayor envergadura, ya que además de contribuir a mejorar el crecimiento del resto de la planta, también evitará que estas sirvan de reclamo para posibles amenazas.
Del mismo modo, como última recomendación, las crucíferas muestran una alta sensibilidad a la presencia de malas hierbas, que pueden afectar a su crecimiento óptimo sobre todo si su cultivo se desarrolla en suelos con unas ciertas limitaciones en lo referente a su riqueza en nutrientes y materia orgánica.