Las leguminosas destacan por su merecida valoración a nivel agrícola, como regeneradoras naturales del suelo. Por eso, te invitamos a conocerlas mejor.

Los cultivos de la familia de las leguminosas, entre los que se encuentran las distintas variedades de garbanzos, guisantes, habas, judías o alubias, lentejas y la soja, no solo son apreciadas por sus propiedades nutricionales, que las han convertido, por méritos propios, en uno de los superalimentos más accesibles para la población a nivel mundial.

De hecho, esta tipología característica de hortalizas pasa por ser el segundo grupo de cultivos más consumidos en todo el planeta, únicamente por detrás de las gramíneas o poáceas, entre las que se encuentran los cereales.

Uno de los aspectos más valorados, sin duda, en relación a esta familia de cultivos reside en su extraordinaria capacidad para fijar nitrógeno en el suelo agrícola, incrementando de una forma totalmente natural su riqueza, algo extraordinariamente importante en aquellos casos en los que se percibe un considerable agotamiento de los nutrientes presentes en el suelo, principalmente debido a su paulatina sobreexplotación.

Si bien la parte comestible principal de las leguminosas suele ser la que se encuentra en el interior de sus características vainas, esta familia de cultivos también es conocida con el nombre de papilionáceas, debido a la original y bella morfología de sus flores, que en ocasiones se asemeja a una mariposa.

Dada la considerable variedad de especies vegetales que conforman la familia de las leguminosas, no se puede establecer un criterio estricto en cuanto a sus condiciones ideales de siembra, germinación y desarrollo, tal y como se puede observar en la diferenciación entre aquellas que encuentran un mejor entorno en climas cálidos y una humedad ambiental reducida, como la soja, la alubia o el garbanzo, y aquellas que encuentran unas mejores condiciones ante la existencia de temperaturas suaves o incluso bajas, como la lenteja o los guisantes, si bien todas ellas requieren de una alta exposición a la luz solar.

En cuanto a sus necesidades de protección vegetal, hay que tener presente que la riqueza de nutrientes que ofrecen las leguminosas, sobre todo en cuanto a proteínas y fibra, las convierte en un objetivo muy atractivo para diferentes especies de arácnidos, como la araña roja o la araña amarilla, y coleópteros, como la sitona o los gorgojos.

Asimismo, también pueden verse afectadas por la acción de hongos, como el mildiu o la antracnosis, principalmente cuando el entorno ambiental externo está marcado por una humedad ambiental elevada y temperaturas suaves.

En todos estos casos, lo más recomendable es optar por el desarrollo de una adecuada prevención, basada en un seguimiento continuado del cultivo y la toma de medidas en cuanto se detecta la presencia de la amenaza, para evitar su proliferación.

 

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