La agricultura de conservación supone devolver a la tierra su protagonismo esencial sobre el desarrollo óptimo, productividad y calidad de las cosechas.

Si sueles prestar atención a la información y las reflexiones que solemos ofrecerte tanto en este blog como en nuestras redes sociales, habrás podido comprobar como una de nuestras principales prioridades reside en mostrarte aquellas buenas prácticas agrícolas que, en el caso de que decidas ponerlas en práctica, pueden contribuir a mejorar la salud de tus cultivos.

En este sentido, en múltiples ocasiones hemos incidido en destacar la importancia de apostar por aquellas técnicas agrícolas asociadas a lo que se conoce como agricultura de conservación, con el fin de ofrecer a tus cosechas un contexto lo más adecuado posible para favorecer sus expectativas de productividad, tanto en términos cuantitativos como cualitativos.

Cabe recordar que, tomando como referencia la definición realizada por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) hace ya casi dos décadas, la agricultura de conservación se basa en un enfoque de la actividad agrícola “que persigue la consecución de un mejor uso de los recursos agrícolas a través de un manejo integrado del suelo, el agua y los recursos biológicos disponibles, unido a la utilización limitada de los factores de producción externos, contribuyendo a la conservación y a una producción agraria sostenible, gracias al mantenimiento de una cubierta orgánica permanente o semipermanente sobre el terreno”.

Ante este convencimiento pleno, es posible que te estés cuestionando en qué medida puede favorecer la agricultura de conservación, desde una perspectiva eminentemente práctica, a la mejora de tus cosechas.

Por este motivo, desde AEPLA hoy queremos aprovechar este espacio para mostrarte todo lo que la agricultura de conservación puede aportar, de un modo efectivo, a la salud y desarrollo óptimo de tus cultivos:

  • Uno de los objetivos prioritarios que se persiguen con el desarrollo de técnicas de agricultura de conservación radica en la recuperación de la materia orgánica presente en el suelo, dada su importancia para el aporte natural de los nutrientes esenciales para la germinación, crecimiento y desarrollo óptimo de las cosechas.
  • Al incrementar la salud de la materia orgánica del suelo, la agricultura de conservación también incide muy positivamente en el desarrollo de aquellos microorganismos que ejercen un importante papel para el control biológico de plagas y enfermedades que suponen una amenaza para la salud de los cultivos.
  • Del mismo modo, esta mejora de la materia orgánica y de la calidad del suelo, sobre todo mediante la reducción de acciones innecesarias de laboreo, también contribuye a disminuir el riesgo de erosión y escorrentía del suelo agrícola, al reducir su compactación, favorecer su capacidad de infiltración.
  • Esta menor influencia de los procesos de erosión y escorrentía sobre el suelo agrícola son vitales para garantizar la calidad de los recursos hídricos superficiales y subterráneos con los que cuenta tu explotación agrícola para asegurar su presente y futuro a medio y largo plazo.
  • A partir de todos estos aspectos, la agricultura de conservación ha demostrado sobradamente su potencial para ofrecer un rendimiento similar, o incluso superior a la agricultura convencional, y todo ello con un menor compromiso de recursos, lo que, por tanto, supone un aspecto muy positivo para incrementar la productividad de las cosechas en sus dos vertientes, tanto en términos de costes como de beneficios.

 

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