Controlar y supervisar la calidad del agua que empleas para el riego de tus cultivos resulta esencial para garantizar tu seguridad y la de tu entorno.

Como no podría ser de otra manera, el agua pasa por ser un recurso imprescindible para el desarrollo de la actividad agrícola, ya que, sin su presencia, de forma natural o artificial, sería prácticamente imposible concebir el pasado, presente y futuro de esta actividad milenaria.

En este sentido, sí que es preciso aclarar que, cuando se habla de agua para uso agrícola no solo se está haciendo referencia al empleo de este elemento para el desarrollo del riego de los cultivos, sino también a su necesario aprovechamiento para la preparación y disolución de tratamientos fitosanitarios, o para la limpieza del equipo e instrumental utilizado por aquellas personas que desarrollan su actividad en la parcela agrícola.

Pero, con independencia del destino que se le pretenda dar a este recurso tan preciado y, por desgracia, escaso, resultará esencial en todo momento garantizar que se encuentra libre de aquellas sustancias nocivas o contaminantes que puedan ejercer un efecto contrario al deseado, como puede ser la concentración de metales pesados y otros residuos derivados de una actividad industrial cercana, de restos fecales procedentes de una asentamiento poblacional próximo o, de igual modo, la presencia natural de bacterias o parásitos que aprovechan este medio para desplazarse y alojarse en un organismo más desarrollado en el que proliferar.

Este tipo de riesgos son los que hacen necesario que, con una cierta frecuencia y, sobre todo, ante cualquier sospecha derivada de percepciones sensoriales como su coloración o su olor, procedas al análisis de la calidad del agua que pretendes emplear para tu actividad agrícola.

De esta forma, a través de un control y análisis, al menos con una periodicidad anual, de la fuente de la que tienes la capacidad y autorización para extraer el agua para tu uso agrícola, será posible determinar si esta cumple con unos criterios adecuados a nivel biológico y químico, o si, por el contrario, resulta preferible renunciar a su utilización y buscar lo antes posible otras alternativas hídricas disponibles.

Aunque en ocasiones no se le preste la importancia que realmente merece, este proceso de supervisión es fundamental para garantizar tu seguridad, la de tus cultivos y, por supuesto, la de aquellas personas que podrán consumir tus productos agrícolas, tanto a nivel interno como si estos están destinados a su comercialización a través de canales mayoristas o minoristas, o a su venta directa al consumidor.

 

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