El cultivo de oleáceas pasa por ser un auténtico referente de nuestra agricultura a nivel mundial. Por eso, hoy queremos que las conozcas más de cerca.
Una vez que en anteriores publicaciones en este blog hemos dedicado el espacio que merecen a las diferentes familias de cultivos hortofrutícolas con una mayor presencia y representatividad en nuestra agricultura, como son las rutáceas, las crucíferas, las leguminosas o las gramíneas, así como a un cultivo esencial para nuestra industria agroalimentaria, como es el caso de las vitáceas, hoy queremos detenernos en otra familia esencial en nuestro territorio, como son las oleáceas.
Al hablar de la familia de las oleáceas, y más desde un contexto eminentemente agrícola y asociado a nuestro sector agrícola, es imprescindible comenzar aclarando que a ella pertenece uno de los símbolos de nuestro protagonismo como referente agroalimentario a nivel mundial, como es el cultivo del olivar.
No obstante, antes de profundizar con todo detalle en las características y necesidades de sanidad vegetal asociadas al olivo, sí que resulta igualmente necesario incidir en que a esta familia pertenecen otras especies vegetales altamente valoradas en la industria maderera, como el fresno, o a nivel ornamental, como ocurre con la lila o el jazmín, además de contar con una interesante variedad de ‘olivo salvaje’, el acebuche.
En el caso concreto del olivar, una de sus principales características reside en la inmensa presencia de variedades distintas que se pueden encontrar en nuestro territorio, hasta el punto de que actualmente están catalogadas 266 variedades de aceituna diferentes, cada una de ellas con sus propios matices y propiedades organolépticas.
Este aspecto refleja con meridiana claridad su capacidad de adaptación a todo tipo de entornos, si bien es cierto que las oleáceas en general alcanzan su mayor expresión en regiones marcadas por un clima templado o, incluso, de carácter tropical septentrional.
Asimismo, el olivo destaca por su adaptabilidad a terrenos agrícolas de secano, en los que la disponibilidad de recursos hídricos es limitada.
No obstante, a pesar de todo ello, el olivo sí que muestra una considerable exposición a la presencia y proliferación de amenazas, entre otros motivos por el hecho de que se suele cultivar en régimen de monocultivo, lo que facilita la expansión de plagas o enfermedades especializadas en esta variedad vegetal.
Así, será preciso que prestes una especial atención a la posible aparición de plagas como la mosca del olivo, que afectan principalmente al fruto, o al desarrollo de hongos altamente peligrosos como el repilo, que acelera notablemente su defoliación.
Para anticiparse a los efectos de estas amenazas y reducir sus daños, será esencial realizar una supervisión exhaustiva del desarrollo incipiente de sus posibles amenazas, con el fin de tomar reaccionar lo antes posible, así como favorecer la presencia de aquella fauna auxiliar que contribuya a generar un escenario menos proclive para el desarrollo de estas plagas y enfermedades.