El desperdicio alimentario derivado de la pérdida de cosechas es un factor muy a tener en cuenta a la hora de combatir el cambio climático.
A la hora de tomar medidas dirigidas a combatir el cambio climático, no solo es preciso prestar atención a aquellos factores que generan un efecto directo sobre nuestro entorno, a través de su carácter contaminante, sino también tomar conciencia sobre aquellos otros elementos que, a pesar de su menor visibilidad o incidencia directa, tienen una considerable influencia sobre el calentamiento global.
En este sentido, los diferentes análisis realizados por el grupo de expertos seleccionados por la Organización de las Naciones Unidas para conformar el Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático (IPCC) han puesto de manifiesto que alrededor de un 10% de las emisiones de gases de efecto invernadero que se producen anualmente en nuestro Planeta tienen su origen en el desperdicio alimentario.
De hecho, se calcula que algo más de un 25% de la producción mundial de alimentos no es llega a ser aprovechada finalmente para su consumo directo o transformación, convirtiéndose en desperdicio alimentario.
Ante esta afirmación, es lógico que tu primera impresión sobre este elevadísimo nivel de desaprovechamiento en la producción alimentaria concentre la responsabilidad de esta situación, casi exclusivamente, en los consumidores finales de productos alimenticios.
No obstante, hay que tener en cuenta que la estimación de este cálculo se realiza teniendo en cuenta todos los eslabones que participan en el proceso de producción de alimentos, que en el caso de la agricultura va desde la siembra de cultivos hasta la mesa de los consumidores.
Por tanto, una gran parte de este desperdicio alimentario, y muy especialmente en el caso del sector agroalimentario, tiene su origen en los daños provocados en las cosechas por la acción de plagas y enfermedades sobre los cultivos, y que desembocan en la pérdida una parte considerable de la producción, lo que evita que estos productos puedan ser finalmente comercializados.
Este es uno de los aspectos que explica la extraordinaria importancia de la sanidad vegetal como eje fundamental para contribuir al abastecimiento alimentario de la población y, al mismo tiempo, pone el foco en la necesidad de establecer los cauces para actuar de forma decidida contra aquellos efectos que tienen una incidencia directa sobre el cambio climático que se está produciendo en nuestro planeta.