A veces se considera que la agricultura existe en contraposición al entorno que le rodea, sin tener en cuenta la estrecha relación existente entre ambos.
En los últimos tiempos se está percibiendo una orientación del debate, por desgracia y de forma totalmente errónea y reduccionista, hacia la idea de que la agricultura y el medio ambiente son dos ámbitos opuestos e irreconciliables.
Así, en muchas ocasiones como consecuencia del desconocimiento de la realidad, o simplemente desde una postura de nula empatía, en la que la única meta reside en alcanzar los objetivos propios sin tener en cuenta las repercusiones que los medios utilizados pueden tener para los demás, diversos sectores están dirigiendo su discurso hacia la idea de que, para garantizar la protección de la biodiversidad, hay que frenar cualquier atisbo de desarrollo o tecnificación relacionado con el sector agrícola, hasta el punto de que la agricultura y la sanidad vegetal parecen, a los ojos de estos interlocutores, los responsables de todos los males del mundo.
No obstante, basta con dejar a un lado el espíritu de confrontación y el sectarismo, observando la realidad desde una posición sosegada, para darse cuenta de que la agricultura y la biodiversidad han sido siempre, y seguirán siendo en el futuro, entornos complementarios y perfectamente compatibles, o, dicho de otro modo, dos caras de una misma moneda.
Por citar solo un ejemplo, no es posible entender la agricultura sin otorgar el protagonismo que merecen a todas aquellas especies que, cada año, realizan su imprescindible labor como polinizadoras, garantizando así el desarrollo y supervivencia de todas y cada una de las especies vegetales presentes en nuestro planeta.
Del mismo modo, la apuesta por una agricultura más productiva y competitiva es fundamental para conseguir que, a su vez, sea aún más sostenible con su entorno, ya que estos avances son los que garantizan que se pueda obtener el mejor aprovechamiento del suelo agrícola, minimizando la necesidad de incrementar la superficie de cultivo para el abastecimiento alimentario de una población global cada vez mayor.
Tal y como ha afirmado en numerosas ocasiones Carlos Palomar, nuestro director general, “una agricultura competitiva no está reñida con que sea responsable con el medio ambiente, sino más bien todo lo contrario. De hecho, una menor protección fitosanitaria supondría la necesidad de plantearse una mayor dedicación del entorno a tierras de cultivo, para conseguir una misma producción”.
Por todo ello, desde AEPLA consideramos que, tomando como premisa esencial que el interés colectivo primordial reside en proteger al máximo el mundo en que vivimos, lo más correcto y adecuado para todos es dejar a un lado la búsqueda del enfrentamiento y la confrontación, para poder así avanzar juntos hacia un futuro mejor para todos, sin excepciones ni líneas rojas.