El granado, perteneciente a la familia de las litráceas, destaca por su adaptabilidad. Aun así, necesita de un adecuado control de su sanidad vegetal.
Como sabes, hace ya algún tiempo tomamos la decisión de aprovechar este espacio como medio para contribuir a resolver tus dudas sobre las características diferenciales de las diferentes familias de cultivos que se encuentran presentes en nuestra agricultura, así como acerca de las necesidades de sanidad vegetal a las que, de una forma más específica, tienen que prestar atención.
Así, a lo largo de las últimas semanas hemos profundizado en los elementos más relevantes de familias de cultivos ciertamente representativas en nuestro territorio, entre las que destacan, por citar solo algunos ejemplos, las leguminosas, las rosáceas, las gramíneas, las rutáceas, las oleáceas o las vitáceas, y de igual forma consideramos necesario continuar este repaso con aquellas otras que, si bien tienen una presencia algo más limitada, también merecen contar igualmente con una mención especial en este espacio, como es el caso de las litráceas.
Esta familia botánica cuenta a nivel mundial con alrededor de medio millar de especies con una considerable heterogeneidad, ya que está conformada tanto por variedades herbáceas como por arbustos e incluso árboles de un considerable tamaño.
No obstante, a pesar de esta diversidad, la presencia agrícola de las litráceas se concentra en una única especie, perteneciente a la subfamilia de las punicáceas, como es el granado.
El cultivo de granado se caracteriza, principalmente, por su capacidad de adaptación a prácticamente cualquier tipología de condiciones de suelo y disponibilidad de recursos hídricos, hasta el punto de que es una variedad de frutal que suele estar presente en aquellos espacios agrícolas en los que la plantación de otras especies no es posible o recomendable.
No obstante, es preciso aclarar que las mejores condiciones para el desarrollo de este cultivo se asocian a localizaciones con un clima subtropical, o incluso tropical, y en los que pueda disponer de suelos profundos, con independencia de su nivel de alcalinidad.
Del mismo modo, esta resistencia del granado a condiciones, a priori, menos proclives no evita en modo alguno que se encuentre expuesto a diferentes plagas con un mayor o menor carácter endémico en nuestro territorio, como son la cochinilla harinosa o cotonet, la barrena, la cochinilla de la tizne o la caparreta negra.
Asimismo, también es preciso prestar atención ante la posible aparición de enfermedades como la podredumbre del fruto o el cribado, con el fin de tomar las medidas pertinentes para frenar su desarrollo y minimizar así el nivel de daños provocados en el árbol.