El cambio climático está provocando una proliferación exponencial de amenazas agrícolas. La sanidad vegetal es un agente clave para darles respuesta.

Como ya se ha comentado en anteriores publicaciones en este blog, nuestro sector agrícola deberá enfrentarse en los próximos años a toda una serie de retos de futuro, ante los que será preciso emplear todos los recursos que están a su alcance para abordarlos con éxito y garantizar así su papel esencial en el abastecimiento de alimentos sanos, seguros, sostenibles y asequibles para el conjunto de la población.

En este sentido, a la hora de enumerar todas estas amenazas o complicaciones a las que ya se está enfrentando nuestra agricultura, no cabe duda de que los efectos directos del cambio climático se encuentran entre los que generan una mayor preocupación a todos los niveles.

Es indudable que el paulatino proceso de calentamiento global al que nos enfrentamos está generando una mayor presencia de condiciones atmosféricas y temperaturas extremas, así como un mayor riesgo de aceleración en cuanto a la amenaza de erosión y desertificación de nuestro territorio.

Pero además de estas preocupantes consecuencias, en ocasiones se suele prestar una menor atención a otros efectos indirectos, aunque igualmente problemáticos, como es la generación de unas condiciones ambientales mucho más proclives para el desarrollo y proliferación de plagas y enfermedades en los cultivos.

Si hace tan solo unas décadas la estación invernal suponía un ‘paréntesis’, o ‘periodo de descanso’, en cuanto a la presencia de estas amenazas en las explotaciones agrícolas, las condiciones climáticas actuales están dando lugar a un alarmante ‘caldo de cultivo’ para un desarrollo exponencial de plagas y enfermedades vegetales.

Ante este contexto, la sanidad vegetal se ha convertido, más que nunca, en un instrumento clave para hacer frente a este incremento de las amenazas agrícolas derivadas del cambio climático, ya que ofrece a los cultivos la ayuda necesaria para responder de forma efectiva a este aumento desproporcionado de plagas y enfermedades.

Tal y como ocurre con la medicina humana, tanto la automedicación como la sobremedicación no son, en absoluto, prácticas recomendables. Pero igualmente inadecuado, o irresponsable, es confiar en que los problemas se solucionan mirando hacia otro lado y esperando a que pase el tiempo suficiente para que desaparezcan por sí solos.

 

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