A pesar de su carácter resistente, los cultivos de apiáceas, como el perejil, el apio o la zanahoria, requieren de cuidados para su desarrollo óptimo.
A lo largo de estas últimas semanas, desde AEPLA hemos decidido aprovechar este espacio para reflexionar contigo sobre las diferentes familias de cultivo que gozan de una mayor presencia en nuestro país, explorando sus características diferenciales y mostrándote qué aspectos resultan imprescindibles para favorecer su sanidad vegetal, incrementando así su protección frente a plagas, enfermedades y otras amenazas agrícolas.
Así, una vez que ya hemos detenido nuestra mirada en otras familias de cultivos, como las crucíferas, las cucurbitáceas, las solanáceas, las leguminosas, las liliáceas o las quenopodiáceas, por citar algunos ejemplos, hoy queremos concentrar nuestra atención en los factores que definen a las apiáceas y en sus necesidades de protección agrícola.
Las apiáceas, que también reciben el nombre de umbelíferas, es una familia de plantas herbáceas y arbustos, entre las que se encuentran una gran parte de las hierbas aromáticas, empleadas tradicionalmente a nivel gastronómico por su sabor y aroma característico, como el perejil, el cilantro o el hinojo.
No obstante, los cultivos apiáceos por excelencia son, curiosamente, aquellos de los que se consume su raíz o sus hojas, como son el apio y, sobre todo, la zanahoria.
Su hábitat ideal se encuentra en zonas que se caracterizan por temperaturas suaves, ofreciendo una muy buena resistencia al frío y las heladas, por lo que suelen ser consideradas, en numerosas ocasiones, como cultivos de temporada otoñal o invernal.
Si bien una gran parte de los cultivos de apiáceas cuenta con sus propias defensas naturales frente a plagas y enfermedades, es habitual que requieran de ayuda ante la proliferación de enfermedades endémicas en esta familia, entre las que destacan, por su capacidad dañina, la Psila o mosca de la zanahoria, la mosca blanca, la araña roja, los gusanos de alambre o el minador.
Asimismo, como ocurre con numerosos cultivos en nuestro país, y muy especialmente en el caso de aquellos en los que una parte de su proceso de crecimiento se desarrolla en periodos con una mayor humedad ambiental, también requieren de una adecuada supervisión para prevenir y actuar lo antes posible ante la presencia de enfermedades provocadas por bacterias y hongos, como el mildiu o el oídio.