Los cultivos pertenecientes a la familia de las quenopodiáceas destacan por su capacidad de resistencia. Pero esto no les exime del riesgo de amenazas.

A la hora de analizar las diferentes familias de cultivos y sus necesidades de sanidad vegetal para garantizar su desarrollo óptimo, y tras detenernos en las características diferenciales asociadas a las crucíferas, las cucurbitáceas, las liliáceas, las leguminosas o las solanáceas, resulta imprescindible continuar con este análisis deteniéndonos en otra familia de gran importancia para nuestra agricultura, como son las quenopodiáceas.

Dentro de esta familia de cultivos, que en realidad es una subfamilia de las amarantáceas, destacan especies vegetales relativamente frecuentes en nuestra gastronomía, especialmente por sus más que apreciables propiedades nutricionales, como las espinacas, las acelgas, la remolacha o la quinoa.

Si bien todas ellas se caracterizan por presentar una floración de pequeño tamaño y tonalidades verdosas, en ocasiones imperceptibles, la parte de la planta que se suele aprovechar para consumo son las hojas, sus rizomas o tallos subterráneos, o la semilla, en el caso de la quinoa.

En este sentido, puede que te sorprenda descubrir que dos cultivos a primera vista tan diferentes, y de los que se consumen partes muy diferentes, como la acelga o la remolacha, son en realidad dos variedades de una misma especie vegetal, la Beta vulgaris.

La principal ventaja que presentan las quenopodiáceas frente a otros cultivos reside en que son especies que no requieren de suelos excesivamente ricos en nutrientes y materia orgánica, y que además toleran de una forma bastante positiva la existencia de elevados niveles de salinidad, por lo que se convierten en una alternativa muy a tener en cuenta ante la presencia de suelos que presentan este tipo de limitaciones o que se han visto sometidos a un paulatino proceso de empobrecimiento, debido a su sobreexplotación o cualquier otra causa de carácter natural.

Esta capacidad de resistencia, unida al hecho de que su polinización se desarrolla por vía aérea es una de las causas de que dentro de esta familia también se encuentren diversas especies consideradas, desde la óptica agrícola, como malas hierbas.

En cuanto a sus necesidades de sanidad vegetal, la estrecha relación existente entre la acelga y la remolacha explica que estén expuestas, prácticamente, a unas amenazas similares, como es el caso de la viruela, el oídio, la cercospora o la heterodera, sobre todo en las estaciones templadas y si se experimenta una humedad ambiental excesiva.

Por su parte, los cultivos de espinaca ofrecen una mayor propensión a la proliferación de mildiu, verticilosis o raíces negras, también a causa de ambientes con una humedad relativa alta.

Por tanto, más allá de proceder a garantizar un control lo más exhaustivo posible de la aplicación de riego a las necesidades reales de la planta, evitando la generación de encharcamientos o exceso de agua, lo más recomendable es realizar un seguimiento periódico de la evolución de la cosecha, con el fin de notificar cualquier incidencia a un profesional fitosanitario cualificado, para que evalúe la situación sobre el terreno y determine el tratamiento o solución de sanidad vegetal que mejor se ajusta a cada caso.

 

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