El apoyo que ofrece la sanidad vegetal al desarrollo de la agricultura es indispensable para avanzar hacia la erradicación de la pobreza a nivel global.
El hecho de disfrutar actualmente de un considerable desarrollo en todos los ámbitos, no debe hacernos olvidar que todavía no se ha alcanzado un nivel de bienestar similar para todas las personas que formamos parte de esta sociedad a nivel global.
Si bien se ha avanzado notablemente en la disminución de estas desigualdades en las últimas décadas, la conmemoración del Día Internacional para la Erradicación de la Pobreza, que la Asamblea General de las Naciones Unidas decidió fijar, desde el año 1992, cada 17 de octubre, supone la necesidad de reflexionar sobre este aspecto, y poner en marcha todas las medidas que están a nuestro alcance para conseguir un desarrollo mucho más sostenible e igualitario a todos los niveles.
A partir de esta realidad, la agricultura, como actividad dedicada al tratamiento, cuidado y mantenimiento en el tiempo de cultivos vegetales, es una de las actividades humanas que más puede contribuir al cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) aprobados por las Naciones Unidas y que tienen como horizonte el año 2030, y muy especialmente a aquellos relacionados con la consecución de la erradicación de la pobreza, mediante el desarrollo de medidas que contribuyan a una mayor accesibilidad al abastecimiento y seguridad alimentaria y la satisfacción plena de las necesidades nutricionales de la población.
Pero, para alcanzar estos objetivos, es indispensable que el sector agrícola pueda apoyarse en aquellas actividades que, como en el caso de la sanidad vegetal, le permiten disponer de los insumos y recursos necesarios para hacer frente a las adversidades que se puedan presentar y favorecer el desarrollo de las cosechas en las condiciones más óptimas posibles.
Hacer todo lo que esté en nuestra mano para dotar a la agricultura de los mecanismos más adecuados para hacer frente a las plagas y enfermedades que pueden afectar a sus cultivos no debe entenderse como una medida dirigida únicamente al incremento de la rentabilidad de las explotaciones agrícolas, sino también como una de las principales herramientas que se pueden llevar a cabo para garantizar un mejor acceso de la población a alimentos saludables, seguros y asequibles para todos.