El desarrollo de buenas prácticas en la agricultura no se limita a tus cultivos, sino también a promover una correcta conservación del suelo agrícola.

Si bien es normal que cuando desarrollas tu actividad agraria concentres tu atención en las actuaciones y medidas necesarias para el crecimiento y desarrollo óptimo de tus cosechas, resulta igualmente esencial que tengas en cuenta otro elemento básico para conseguir una mayor productividad de tus cultivos, como es la salud del suelo agrícola.

Más allá de la calidad de la semilla empleada y de los cuidados diarios que dedicas a cada cultivo, no debes olvidar que la superficie en la que estás llevando a cabo su plantación será la encargada de aportarle la mayor parte de los nutrientes y el agua que necesita.

En consecuencia, si no se llevan a cabo las prácticas recomendables para garantizar una adecuada conservación del suelo agrícola, este terreno presentará una exposición mucho mayor ante la presencia de una posible erosión motivada por las precipitaciones, el viento o cualquier otro fenómeno de carácter natural, o incluso debido a tu actuación involuntaria durante tu trabajo diario.

Por este motivo, hoy queremos aprovechar este espacio para ofrecerte un repaso de aquellas buenas prácticas que puede poner en marcha para favorecer una mejor conservación del suelo agrícola, y que pasamos a resumirte a continuación:

  • En primer lugar, comienza por analizar detenidamente la textura del suelo agrícola de tu explotación, para poder identificar así las prácticas más adecuadas para cada tipo de superficie.
  • Asimismo, será conveniente que también examines tanto la profundidad del suelo en tu parcela, es decir, la anchura de tierra existente desde la superficie hasta la roca madre que se encuentra debajo de esta. De esta forma, podrás disponer de una información relevante sobre los cultivos más recomendables, optando por especies con raíces más o menos superficiales.
  • También será importante que analices la capacidad de infiltración y drenaje de tu suelo agrícola, sobre todo si este se encuentra en lugares con una pendiente acentuada o con una mayor exposición a fenómenos atmosféricos adversos.
  • A partir de esta información, será el momento de evaluar qué medidas pueden ser las más recomendables para evitar, o al menos ralentizar, su erosión, como puede ser la instalación de barreras naturales o artificiales, la complementariedad con otras especies que favorezcan el arraigo de la tierra o la incorporación de desechos o materia orgánica, con el fin de incrementar la fertilidad y oxigenación del suelo y, al mismo tiempo, evitar su compactación.

 

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