Estas últimas horas de 2022 deben servirnos para que reflexionar sobre lo ocurrido este año y, de una vez por todas, apoyar a la agricultura como merece.

Nos encontramos a tan solo unas horas de dejar atrás este año 2022, después de 365 días en los que, una vez más, se ha vuelto a poner a prueba la fortaleza y solidez tanto de nuestro sector agrícola como de nuestro sector agroalimentario y, por qué no decirlo, de nuestra sociedad en su conjunto.

A los efectos derivados del incremento del precio de la energía, que ya se consideraba como un desafío a principios de año, se unieron, de una forma inesperada, las consecuencias derivadas de la inestabilidad causada por la invasión rusa de Ucrania, y que se mantienen vigentes diez meses después, encareciendo notablemente los costes de la producción agrícola y su transporte a los puntos de venta.

Asimismo, por si fuera poco, también hemos sufrido uno de los años más secos que se recuerdan, por mucho que esta sequía se haya paliado relativamente en las últimas semanas, desembocando en unos daños irreparables para las cosechas durante los meses centrales del año, que han agravado aún más un círculo vicioso que está poniendo contra las cuerdas a un gran número de agricultores de nuestro país y a nuestra agricultura en su conjunto.

Por este motivo, resulta más paradójico que nunca que, tras dos años de pandemia de Covid-19 y unos últimos doce meses en los que difícilmente se pueden concatenar más efectos negativos para un sector, se considere este momento como el adecuado desde la Unión Europea para plantear un cambio en la normativa sobre el uso de productos fitosanitarios que, en caso de llevarse a la práctica en su integridad, supondrá un replanteamiento radical de nuestro modelo agrícola en el peor momento posible.

Ante esta situación, parece que se ha olvidado que nuestra agricultura, referente a nivel mundial por su calidad y seguridad, no es un ente etéreo capaz de soportarlo todo, sino más bien la suma del esfuerzo y sudor diario de un gran número de personas cuyo único objetivo reside en tratar de ganarse la vida de la forma más digna posible: garantizando el abastecimiento alimentario de la sociedad de la que forman parte.

Por todo ello, desde AEPLA solamente deseamos que el inminente comienzo del año 2023 sirva para que seamos realmente conscientes de lo que nos estamos jugando y nos pongamos manos a la obra, de una vez por todas, para aportar nuestro granito de arena al futuro de este sector, o cuando menos para no seguir poniendo piedras en sus ruedas, porque, aunque nos parezca imposible, puede llegar el día en el que, ante la sorpresa de muchos, termine por descarrilar…

 

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