El sector agrícola y de la sanidad vegetal cuenta, por desgracia, con una amplia experiencia acerca de los pasos clave para la gestión eficaz de pandemias.

Desde hace prácticamente un año nuestros hábitos de vida se están viendo notablemente afectados por los efectos de la crisis sanitaria global motivada por la pandemia de Covid-19, y sus trágicas repercusiones sobre todos los ámbitos de nuestra sociedad.

Es preciso reconocer que encontrarnos ante una situación de este tipo ha supuesto, en cierto modo, una ‘bofetada de realidad’ en cuanto al hecho de que todavía están presentes en nuestro entorno amenazas que, gracias a los impresionantes avances médicos y de salud de las últimas décadas, considerábamos superadas.

Aunque salvando en todo momento las múltiples distancias existentes entre la sanidad humana y la sanidad vegetal, el desarrollo de una pandemia de este tipo puede servir para tomar conciencia del escenario al que se enfrentan cada día nuestros cultivos y espacios verdes, frente a la amenaza continua que supone la proliferación de enfermedades en ocasiones imperceptibles a primera vista, pero que son susceptibles de generar unos considerables efectos en cuanto a su crecimiento, desarrollo o esperanza de vida.

En este sentido, se puede afirmar que desde el ámbito de la sanidad vegetal se tiene, por desgracia, una amplísima experiencia en la gestión de enfermedades y pandemias, y muy especialmente en cuanto a la definición y puesta en marcha de todas aquellas actuaciones dirigidas a reducir al máximo los efectos de una amenaza, algunas de las cuales pueden servir de ejemplo para hacer frente tanto a esta como a futuras amenazas contra nuestra salud y bienestar:

  • En primer lugar, y a pesar de las resistencias que todavía se perciben en este sentido por parte de diversos colectivos, el verdadero valor de la sanidad vegetal reside en el esfuerzo que realizan diariamente multitud de entidades en todo el mundo por adoptar una postura proactiva frente a las enfermedades que pueden afectar a cultivos y espacios verdes.
  • A partir de esta premisa, este espíritu de prevención y reacción temprana ante cualquier amenaza no sería posible sin el desarrollo de sistemas de control que sean capaces de anticiparse al problema y emprender lo antes posible aquellos procesos de investigación y desarrollo imprescindibles para contar con los recursos más adecuados a la hora de hacerle frente con éxito.
  • Estos sistemas de control se complementan con el necesario establecimiento de protocolos para reducir al máximo el riesgo de que una plaga o enfermedad detectada en una zona concreta se extienda al conjunto del planeta.
  • En una sociedad globalizada como la actual, y más aún en un ámbito en el que cada vez existen menos fronteras como es la distribución y comercialización de alimentos, se cuenta desde hace años con mecanismos de seguimiento que permitan la vigilancia de amenazas, con capacidad para restricciones de movilidad en aquellos casos en los que esta medida es indispensable para contener de forma efectiva el peligro detectado.
  • Por último, y en cierta consonancia con el punto anterior, todo este entramado se basa en el desarrollo de una constante coordinación entre las diferentes instituciones y agencias competentes a nivel agrario, medioambiental y de seguridad alimentaria, hasta el punto de que, primando en todo momento el interés general sobre las posibles repercusiones sobre la opinión pública, constituyen un auténtico ejemplo en materia de transparencia, coordinación y transmisión de información, prácticamente en tiempo real, a nivel global.

 

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