Las variedades de la familia de las amarantáceas no solo destacan por su considerable reconocimiento como plantas ornamentales. Conócelas con más detalle.

Dentro de la nutrida variedad de especies vegetales que están presentes en nuestro planeta, y que se encuentran clasificadas en diferentes familias en base a sus características esenciales, es totalmente normal que podamos encontrar numerosas relaciones de parentesco entre ellas, algunas de las cuales no tienen por qué ser evidentes a primera vista.

Este es el caso de las amarantáceas, dentro de cuya familia en un sentido amplio se encuentran clasificadas las quenopodiáceas, como la remolacha, la espinaca, la acelga o la quinoa, pero que a su vez son mundialmente conocidas por sus colores vivos y su alto valor como plantas ornamentales.

No obstante, si bien dentro de la familia de las amarantáceas podemos encontrar especies realmente espectaculares como la siempreviva, también existen variedades relacionadas directamente con su uso medicinal o gastronómico, y concretamente como condimento y colorante alimentario, como es el caso del amaranto.

Uno de los aspectos que más sorprende, y que al mismo tiempo define a las especies vegetales de la familia de las amarantáceas, reside en su extraordinaria capacidad de adaptación a todo tipo de condiciones climáticas, lo que explica en numerosas ocasiones sean consideradas, desde una perspectiva agrícola, como malas hierbas.

A este elevado nivel de adaptabilidad al entorno se le une el hecho de que son capaces de crecer de forma satisfactoria en suelos agrícolas considerablemente pobres en cuanto a la presencia de nutrientes, aunque, como es lógico, cuanto mayor sea la riqueza de potasio y, sobre todo, de fósforo y nitrógeno, mejor será su desarrollo óptimo y vigor.

En cuanto a sus necesidades de control y protección en términos de sanidad vegetal, las amarantáceas son especialmente sensibles a la presencia de lepidópteros, como la Polilla del amaranto, la Polilla de la soja o la Polilla de la hoja, así como ante la proliferación descontrolada de pulgones o gorgojos.

Por su parte, en entornos en los que las amarantáceas cuenten con una humedad excesiva, ya sea ambiental o motivada por un riego ineficiente, será preciso supervisar la posible aparición de enfermedades fúngicas, provocadas por hongos, como el Oídio, la Mancha blanca, la Cercosporiosis, la Roya blanca o la Rhizoctonia.

 

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