Los cultivos de la familia de las pasifloráceas, como el maracuyá o fruta de la pasión, presentan una alta sensibilidad a la presencia de amenazas externas.
Dentro de las diferentes familias de cultivos que forman parte de nuestra agricultura es preciso destacar que, si bien por su finalidad alimentaria se suele prestar una especial atención a la formación de sus frutos, algunas de ellas cuentan con una floración que también resulta digna de mención, como ocurre en el caso de las rutáceas, las rosáceas o la familia sobre la que pretendemos profundizar a continuación, las pasifloráceas.
Aunque esta denominación científica puede inducirte a pensar que estas especies únicamente son aprovechables para la elaboración de infusiones saludables, los cultivos de pasifloráceas son mundialmente conocidos y valorados como alimento, debido a los múltiples beneficios saludables que presenta el jugo de su especie más relevante, el maracuyá o fruta de la pasión.
Dado su carácter tropical, los cultivos de pasifloráceas, y en concreto el de maracuyá, se adaptan de una forma muy favorable a entornos con unas condiciones ambientales marcadas por temperaturas medias entre los 20 y 30 °C, con una humedad relativa por encima del 50% y una frecuencia de lluvias elevada, aunque su productividad puede verse afectada si estas cuentan con una considerable intensidad.
Asimismo, una de las características más relevantes del cultivo de maracuyá radica en la necesidad de contar, al menos, con 10 horas diarias de luz solar para asegurar una floración óptima.
En cuanto a las características ideales del suelo, los cultivos de pasifloráceas presentan una alta adaptación a diferentes tipos de suelos, tanto arcillosos como arenosos, siempre que estos sean profundos, presenten una buena capacidad de drenaje y cuenten con una riqueza de materia orgánica y nutrientes elevada.
Estas condiciones ambientales hacen que los cultivos de pasifloráceas deban lidiar con una considerable predisposición a tener que convivir con la presencia y proliferación de plagas endémicas en este tipo de entornos, como la Mosca de la fruta, el Gusano negro del maracuyá, el Ácaro rojo o el Ácaro blanco y los pulgones.
Del mismo modo, los niveles de humedad y el riesgo de encharcamiento del suelo influyen negativamente en cuanto al peligro de que estos cultivos se vean afectados por enfermedades fúngicas, derivadas de la aparición de hongos, como la Antracnosis, el Mal del talluelo, la Roña o el Fusarium oxysporum.
Por todo ello, resultará indispensable que realices un seguimiento periódico de tus cultivos, solicitando el asesoramiento de un experto fitosanitario homologado en el caso de detectar la presencia de alguna de estas amenazas, con el fin de tomar las medidas más adecuadas en cada caso para la limitación de los posibles daños provocados en tu cosecha.