Entre los cultivos de lamiáceas se encuentran varias de las plantas aromáticas y especias más habituales en nuestra gastronomía. Conócelas más de cerca.

A nivel agrícola podemos encontrarnos ante un gran número de especies vegetales y cultivos que, si bien no dan lugar a productos agrícolas que podríamos considerar prioritarios o básicos en nuestra alimentación, sí que son sumamente importantes a nivel gastronómico, ya que cumplen una función esencial en términos de aderezo y condimentación.

Un claro ejemplo de este tipo de cultivos es el que está formado por la familia de las lamiáceas o labiadas, entre las que podemos encontrar hierbas aromáticas y especias tan representativas como el tomillo, el romero, la albahaca, el orégano o la menta.

Asimismo, dentro de esta familia también se incluyen otras especies que están adquiriendo un creciente protagonismo en términos de alimentación saludable, destacando en este sentido la chía.

Los cultivos de lamiáceas se caracterizan por tener un crecimiento vertical, acompañado en la mayoría de sus especies por columnas de flores muy vistosas, tal y como ocurre en el caso de la lavanda.

También son conocidas como labiadas porque, a lo largo de su crecimiento inicial, las hojas de estas especies adquieren una morfología que se asemeja, en cierto modo, a la de los labios humanos.

Los cultivos de lamiáceas, en términos generales, ofrecen una muy buena respuesta a temperaturas extremas, salvo excepciones como la albahaca, que responde mejor en entornos marcados por temperaturas suaves.

Asimismo, son plantas que proliferan con una gran facilidad, hasta el punto de poder llegar a ser consideradas como invasoras, si bien su presencia no afecta negativamente al resto de cultivos presentes en la parcela, sino más bien al contrario, actuando como repelentes de plagas y favoreciendo la atracción de polinizadores.

No obstante, sí que es preciso tener un especial cuidado en lo referente a su riego y nivel de humedad, ya que si este es excesivo no solo puede afectar a su crecimiento y favorecer su podredumbre, sino que, además, puede incrementar el riesgo de aparición de hongos y otras plagas como la cochinilla algodonosa o los pulgones.

 

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