Los cultivos de las malváceas, entre los que destaca el algodón, destacan por sus requerimientos de luz, calor y agua. Aquí tienes todos los detalles.

Cuando pensamos en la agricultura y su impresionante valor para nuestra sociedad a lo largo de generaciones y generaciones, nuestro primer pensamiento suele dirigirse, de una forma lógica, hacia el protagonismo e importancia de la actividad agrícola como proveedora de alimentos para la población.

Por este motivo, la mayor parte de las familias de cultivos sobre las que hemos profundizado, como es el caso de las rosáceas, las musáceas, las rutáceas, las vitáceas o las oleáceas, por citar solo algunos ejemplos, destacan principalmente por aquellas variedades vegetales que aportan muchos de los alimentos que consumimos en nuestro día a día.

Sin embargo, este papel clave de la agricultura no debe hacernos olvidar, o desmerecer, la importancia de otras familias de cultivos esenciales para nuestro bienestar y calidad de vida, como ocurre con las malváceas y su máximo referente, imprescindible para el desarrollo del sector textil: el algodón.

Los cultivos de la familia de las malváceas, y en concreto el algodón, se caracterizan por encontrar un entorno ideal para su crecimiento y desarrollo en zonas geográficas marcadas por un clima cálido, ya que su germinación óptima requiere de una temperatura media por encima de los 15 °C y, de igual forma, su floración y la maduración de su cápsula requerirá de temperaturas entre 20 y 30 °C.

A su vez, esta íntima relación de las malváceas con un clima eminentemente tropical también se pone de manifiesto en sus elevados requerimientos de agua y su alta sensibilidad a la acción del viento y otros fenómenos atmosféricos adversos.

En este sentido, el algodón necesita de un suelo agrícola con una alta capacidad para la retención de agua, entre los que destacan preferiblemente los suelos arcillosos, aunque son especies vegetales que se adaptan relativamente bien a otros tipos de suelo.

Por otro lado, en lo referente a las principales necesidades de sanidad vegetal asociadas a los cultivos de malváceas, resulta indispensable prestar una especial atención a la presencia y acción nociva de plagas como la Heliotis, la Araña roja, el Gusano dorado o diferentes especies de pulgones.

Del mismo modo, como ocurre en otros cultivos característicos de nuestra agricultura, también será preciso realizar un seguimiento y control exhaustivo de la cosecha, que permita la prevención y detección temprana de aquellas empresas provocadas por hongos, entre las que destacan la Fusariosis o el Verticillum alboatrum.

 

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