La puesta en práctica de buenas prácticas orientadas al desarrollo de una agricultura sostenible debe incluir como eje básico la lucha contra la erosión.
El desarrollo de buenas prácticas en la agricultura, sobre las que solemos incidir en este blog, no debe entenderse solo como un aspecto esencial para favorecer el desarrollo óptimo y protección de tus cultivos a corto plazo, restringido a la próxima cosecha.
Afrontar el trabajo agrícola desde una perspectiva responsable implica, además, disponer de una mayor amplitud de miras, identificando y poniendo en marcha todas las medidas que están a nuestro alcance para promover la salud y buen estado de tu parcela agrícola a medio y largo plazo, garantizando así que pueda ejercer su función durante el mayor plazo de tiempo posible.
Por este motivo, a la hora de enumerar las principales buenas prácticas agrícolas que pueden serte útiles en este sentido, consideramos vital concentrar nuestra atención en aquellas prácticas relacionadas con el uso responsable del agua de riego y el cuidado y conservación del entorno en su conjunto.
Pero más allá de estos aspectos clave, orientados al desarrollo de una agricultura sostenible, también es esencial que pongas en práctica aquellas actuaciones que influyan positivamente en la protección del potencial y calidad del suelo agrícola, y muy especialmente en un país como el nuestro, afectado por un creciente riesgo de desertificación a causa de nuestras condiciones climáticas y de los efectos generados por el calentamiento global.
En base a este razonamiento, desde AEPLA hoy queremos mostrarte un repaso de aquellas buenas prácticas agrícolas que pueden ayudarte a prevenir la erosión y deterioro del suelo presente en tu explotación:
- Para comenzar, y siempre que sea posible, reduce al mínimo indispensable el laboreo del terreno agrícola, ajustando esta práctica estrictamente a lo que requieran tus cultivos. Ten en cuenta que si evitas el laboreo estarás favoreciendo la oxigenación y drenaje del suelo a partir de la acción de la fauna y especies microscópicas que habitan en él.
- En caso de que sea preciso el desarrollo de dicho laboreo, limita su acción en lo relativo al número de pasadas realizadas y la profundidad aplicada, empleando utensilios de labranza que eviten el volteado de la tierra.
- Del mismo modo, nunca realices este tipo de actuaciones cuando el suelo agrícola de secano se encuentre encharcado, ni tampoco en aquellos periodos del año en los que su tratamiento pueda incrementar su riesgo de desecación.
- Asimismo, presta una especial precaución en el desarrollo de volteo del suelo agrícola en aquellas zonas en las que el terreno cuente con una pendiente superior al 10%.
- Aun así, la realización de tareas de labranza puede ser aconsejable para aumentar la rugosidad del suelo en aquellas zonas en las que es frecuente la presencia de una alta intensidad del viento. En estos casos, practica esta técnica de forma perpendicular a la dirección habitual de este.
- Continuando con el desarrollo de técnicas propias de la agricultura de conservación, promueve la siembra directa, aprovechando como nutriente de tus cultivos los restos vegetales presentes de la cosecha anterior.
- Para finalizar, aprovecha lo más posible la protección que ofrecen las barreras naturales del entorno, complementándola con elementos como muros o mallas si consideras que pueden ser útiles para reducir la erosión provocada por el viento y otros fenómenos atmosféricos.