Las especies de la familia de las araliáceas, entre las que destaca el ginseng, presentan unas necesidades de sanidad vegetal que es conveniente conocer.

En el ámbito de las distintas familias vegetales que, con el paso del tiempo, se han convertido en esenciales para el desarrollo y consolidación de la agricultura, podemos encontrar la presencia de algunas de ellas que guardan entre sí un cierto parentesco, al pertenecer a un mismo orden o tronco común.

Este es el caso de los cultivos pertenecientes a la familia de las apiáceas, entre las que destacan el apio, la zanahoria o diversas hierbas aromáticas, como el perejil o el cilantro, y la familia de las araliáceas, cuyo principal exponente es el ginseng.

Al igual que ocurre con la zanahoria, el verdadero valor agrícola del ginseng se encuentra en sus raíces, si bien en este caso no cuenta con la consideración de producto agrícola comestible en un sentido estricto, sino más bien dedicado a su procesamiento más o menos complejo para la elaboración de tratamientos medicinales.

Por sus propias características, muy similares a las de otro grupo de especies encuadradas en esta familia como son las hiedras, el ginseng se desarrolla preferentemente en espacios que no cuentan con una radiación solar directa y que, a su vez, disponen de una adecuada circulación de aire.

En cuanto a las características del suelo, las araliáceas contarán con un entorno proclive para su crecimiento óptimo en superficies bien drenadas y ricas en materia orgánica, respondiendo de una forma bastante positiva en suelos que presenten un pH levemente ácido.

Asimismo, las mejores condiciones del suelo asociadas al cultivo de especies de araliáceas están relacionadas con el desarrollo de un riego suficiente para que la tierra se mantenga húmeda durante el mayor tiempo posible, evitando que esta se reseque en exceso.

Por último, en lo referente a sus necesidades de sanidad vegetal, tanto el ginseng como el resto de especies de la familia de las araliáceas muestran una especial sensibilidad a la posible presencia y proliferación de gusanos cortadores, cuya alimentación se centra principalmente en las hojas de las plantas pertenecientes a esta familia, así como nemátodos, trips, pulgones y otras amenazas que encuentran un mejor escenario en entornos húmedos.

Del mismo modo, este ambiente hace necesario que se deba prestar una especial atención al posible desarrollo de enfermedades provocadas por hongos, que es preciso detectar de forma temprana, a través de un control exhaustivo y periódico, para reducir así el volumen de daños generado en la cosecha.

 

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