Dentro de la familia de las mirtáceas destaca, por su considerable potencial a nivel agrícola, el cultivo de la guayaba. Conoce más sobre esta especie.

Tal y como ocurre con otras familias de cultivos, como las rosáceas o las ebenáceas, cuando se habla de la familia de las mirtáceas se suele pensar, en primer lugar, en aquellas especies que cuentan con un marcado carácter ornamental, debido principalmente a la notable belleza de sus flores.

Sin embargo, más allá de la presencia visual que ofrecen los arbustos del género Callistemon u otras especies de mirtáceas como el eucalipto, no cabe duda de que esta familia destaca a nivel agrícola por la representatividad que, con el paso de los años, está alcanzando en nuestro país el cultivo de la guayaba.

Las condiciones ideales para el desarrollo del cultivo de guayaba, al igual que ocurre con el resto de especies arbóreas y arbustivas de la familia de las mirtáceas, está asociado a la presencia de temperaturas templadas, altos niveles de radiación solar directa y, sobre todo, con una considerable humedad ambiental.

En cuanto a sus requerimientos edafológicos, la guayaba y demás especies de mirtáceas destacan por su capacidad de adaptación a diferentes tipos de suelo, si bien alcanzan todo su potencial productivo si estos cuentan con una notable riqueza de materia orgánica y se caracterizan por su profundidad y capacidad de drenaje, que satisfaga sus necesidades hídricas sin que esto desemboque en un encharcamiento excesivo del terreno.

Por otro lado, su predilección por climas cálidos y con una elevada humedad favorecen la generación de un entorno que también resulta muy atractivo para la aparición y proliferación rápida de plagas como la mosca de la guayaba o mosca mediterránea de la fruta, las distintas especies de Anastrepha, el picudo de la guayaba, la gallina ciega o los pulgones.

Del mismo modo, en aquellos entornos en los que la humedad ambiental sea más notable también será preciso establecer los mecanismos de control y seguimiento necesarios para la detección temprana de enfermedades provocadas por hongos, como la enfermedad de la costra o la antracnosis, con el fin de tomar las medidas indispensables para reducir lo más posible la magnitud de los daños provocados tanto en la planta como en sus hojas y frutos.

 

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