Dentro de las anacardiáceas se encuentran cultivos, a priori, tan diferentes como el anacardo, el pistacho o el mango. Conoce sus características básicas.
Desde hace ya algún tiempo en AEPLA hemos decidido aprovechar este espacio para repasar contigo aquellas familias de cultivos de gozan de una mayor representatividad e importancia en nuestra agricultura, con el fin de resolver tus posibles dudas sobre sus principales características diferenciales y necesidades de sanidad vegetal.
Como ya te comentamos hace algún tiempo, la principal razón que guía esta exposición se basa en que tengas presente que aquellas especies vegetales que pertenecen a una misma familia no solo cuentan con unas características similares, sino que también presentan unas necesidades de protección y sanidad vegetal bastante semejantes.
Así, aunque en la mayoría de los casos esta ‘familiaridad’ entre diferentes cultivos se puede observar a simple vista, como ocurre con las rutáceas, las rosáceas, las gramíneas o las leguminosas, se pueden identificar otras familias en las que esta relación resulta menos evidente a priori, como es el caso de las anacardiáceas.
Si bien a partir de su denominación habrás detectado que uno de los cultivos más representativos de esta familia es el anacardo, quizás te resulte más sorprendente descubrir que entre los parientes próximos de este se encuentran el pistacho y, sobre todo, el mango.
En líneas generales, los cultivos de la familia de la anacardiáceas se caracterizan por presentar una morfología arbórea o arbustiva que, a pesar de su origen en zonas con una climatología suave o cálida, presentan una más que reseñable capacidad de adaptación a las condiciones climáticas del territorio, pudiendo concentrar o dilatar sus distintas fases de crecimiento y floración para que estas se desarrollen en el mejor escenario posible.
Del mismo modo, esta familia de cultivos tiene la capacidad de ajustar, en cierto modo, sus requerimientos hídricos a las condiciones del entorno, si bien resultará muy conveniente realizar un aporte extra de agua mediante riego en aquellas zonas en las que las temperaturas sean más elevadas y, por tanto, la humidificación del terreno sea menor.
En cuanto a las características ideales del suelo, los cultivos de la familia de las anacardiáceas no presentan restricciones elevadas en relación a su tipología, siempre que estos sean profundos y gocen, sobre todo, de una capacidad óptima de drenaje.
Por otro lado, si bien cada una de estas especies puede presentar unas necesidades de sanidad vegetal específicas, derivadas de sus características diferenciales, cuentan con numerosas amenazas comunes en forma de plagas, como son la cochinilla blanca, el piojo rojo, la mosca de la fruta o la Prays citri y la Cryptoblabes gnidiella, conocidas popularmente como polillas de las flores.
Asimismo, estos cultivos muestran una especial sensibilidad ante la proliferación de enfermedades fúngicas como la antracnosis, el oídio, la cercospora o la mancha negra, por lo que es indispensable realizar un control periódico parra detectar su posible presencia, con el fin de solicitar lo antes posible el asesoramiento de un experto fitosanitario homologado y la puesta en marcha de los tratamientos más adecuados en cada caso, reduciendo así los daños provocados en la cosecha.