A pesar de su carácter mayormente silvestre y su utilidad mayoritariamente ornamental, entre las especies de malpigiáceas destaca el cultivo de acerola.
Como ya hemos mostrado en anteriores publicaciones en este blog, a la hora de profundizar en las diferentes familias que conforman nuestra diversidad agrícola actual, resulta indispensable recordar en todo momento que una gran parte de las especies que se cultivan actualmente están estrechamente relacionadas con otras que, por el contrario, tienen una finalidad marcadamente ornamental o ajena al ámbito alimentario, como ocurre, por ejemplo, en el caso de las orquidáceas o las ebenáceas.
Esta reflexión es igualmente válida para la familia sobre la que queremos profundizar hoy, las malpigiáceas, que se desarrollan prácticamente en su totalidad mediante una morfología arbustiva muy apreciada por su belleza decorativa, pero que también integran a la acerola o manzanita, una especie en cierto modo desconocida, pero con unas propiedades nutricionales y gustativas muy a tener en cuenta.
La familia de las malpigiáceas tiene su origen en las latitudes ecuatoriales del continente americano, por lo que presenta unos requerimientos climáticos que se ajustan considerablemente al clima tropical, con unas temperaturas medias elevadas y un índice de precipitaciones anual relativamente abundante.
En cuanto a las características del suelo en el que las malpigiáceas, y concretamente la acerola, encuentran un mejor entorno para su desarrollo, resulta preferible su plantación en suelos no excesivamente alcalinos ni ácidos, y con un muy buen drenaje, para reducir así el riesgo de encharcamientos provocados por la lluvia o las prácticas de riego.
Por último, en relación a las necesidades de sanidad vegetal que presenta el cultivo de acerolas, este se asemeja bastante a su ‘hermana mayor’, encuadrada en la familia de las rosáceas, ya que sus principales amenazas están relacionadas con la posible presencia y proliferación de plagas como la mosca de la fruta, la araña roja y diferentes variedades de nemátodos o pulgones.
Del mismo modo, las principales enfermedades a las que será preciso prestar atención están asociadas al desarrollo incontrolado de las especies de hongos responsables de la antracnosis, la pudrición de la raíz, el mal de talluelo y la mancha castaña o cercospora.