El cultivo del kiwi es el máximo exponente agrícola de la familia de las actinidiáceas. Conoce sus características y necesidades de sanidad vegetal.

Uno de los aspectos que mejor define y caracteriza a nuestra agricultura reside en su extraordinaria diversidad, hasta el punto de convertirse en un elemento diferencial respecto a los sectores agrícolas de otros estados miembros de la Unión Europea.

Así, si bien en nuestra superficie agrícola se puede observar una notable presencia de cultivos pertenecientes a las familias de las oleáceas, las rutáceas, las rosáceas o las vitáceas, esto no implica, en modo alguno, una menor importancia de otros cultivos, entre los que se encuentran los relacionados la familia de las ebenáceas, las ericáceas, las anonáceas o, como queremos destacar hoy, las actinidiáceas.

Aunque la familia de las actinidiáceas suele asociarse preferentemente a árboles, arbustos y otras especies leñosas trepadoras, cuyo fruto adquiere forma de baya, no cabe duda de que su cultivo más representativo y característico es el del kiwi.

El cultivo de esta fruta, considerada como un auténtico tesoro a nivel nutricional por su altísima concentración de vitaminas y fibra, requiere de la presencia de un clima templado o subtropical y una humedad ambiental relativamente alta, dada su especial sensibilidad al frío y a la presencia de otras condiciones adversas, como el viento

Del mismo modo, el cultivo de kiwi requiere de su plantación en suelos ricos en materia orgánica, profundos, permeables y con un buen drenaje, así como un riego abundante y frecuente, que permita satisfacer de forma óptima sus necesidades hídricas, si bien no tolera bien la presencia de encharcamientos.

En cuanto a sus necesidades de sanidad vegetal, será muy recomendable que prestes una especial atención a la posible presencia y proliferación de plagas de nematodos, como la Meloidogyne hapla, la Meloidogyne arenaria o la Meloidogyne Javanica, y también de insectos como la Eulia o la cochinilla blanca del melocotonero.

Asimismo, también será preciso tener presente la importancia de detectar y tomar medidas para reducir los posibles daños provocados por enfermedades fúngicas derivadas de la aparición del hongo Botrytis cinérea, conocido popularmente como moho gris, y de la presencia de Armillaria mellea y Phytophthora cinnamomi en entornos con una humedad excesiva.

 

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